Entre llanto, lágrimas
y gritos la miraba
En su lecho, ahí
estaba desnuda y sin
Aliento.
Pálida y fría
como el invierno mismo, sin voz,
Y con su mirada
al cielo contemplando el infinito,
Esta vez no me
escucho, por más que grité
A sus oídos que
no se fuera.
Trate mas no
hubo manera, de que su rostro volteara,
Hacia mí, y fue así
que se marchó, sin decir
Y sin darme
cuenta la perdí.
Vicente J. Lara
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